De verdad que morir yo quiero
pues aquella llorando se fue de mi.
Y al marchar me decia:
¡Ay amor, que terrible dolor el nuestro
que sin yo esearlo me voy de ti.
Pero yo contestaba entonces:
No me olvides y vete alegre
sabes bien el amor que por ti senti.
Y, si no, recordarte quiero,
por si acaso a olvidarlo llegas,
cuanto hermoso a los dos nos paso y feliz.
Las coronas de rosas tantas y violetas tambien
que tu
junto a mi te ponias despues alli,
las guirnaldas que tu trenzabas
y que en torno a tu tierno cuello
enredabas haciendo con flores mil,
perfumado tu cuerpo luego
con aceite de nardo todo
y con leche y aceite de jazmin.
Recostada en el blanco lecho,
delicada muchacha en flor,
al deseo dejabas tu ya salir.
Y ni fiesta jamas ni danza,
ni tampoco un sagrado bosque
al que tu no quisieras conmigo ir.
Rosalia de Castro.
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